Cien años desde la muerte de Stoker, ciento quince desde la publicación de Drácula y dos siglos desde la aparición de la palabra vampiro (aunque las primeras referencias a estos seres se remontan a tiempos inmemoriales…). ¿Por qué nos siguen gustando?
Para Ricardo Borja Soria, socio de la editorial encargada de Project Dracula: “El vampiro apela al Eros y al Thánatos, al amor y a la muerte, por eso es un personaje imperecedero: se trata de una figura arraigada en el subconsciente humano”. Rosa Samper y Óscar Sáenz, encargados de la antología ilustrada Vampiros, se muestran de acuerdo y añaden que no existe un único motivo: “Las razones son múltiples y escapan en todas las direcciones, como la condición misma del vampiro”. La profesora Isabel Clúa se centra en dos: la sexualidad y la inmortalidad. “Ser joven para siempre es uno de los grandes reclamos, y la mordedura, la succión de sangre, es una metáfora del sexo, un intercambio de fluidos en la intimidad con un fuerte contacto entre dos cuerpos”.
Otra gran baza del vampiro es su enorme flexibilidad: “La clave del éxito es su capacidad para adaptarse sin perder su esqueleto básico –opina Clúa–, eso lo mantiene atractivo”. Coinciden con ella Samper y Sáenz: “El mito ha mutado porque eso es lo que hacen los mitos, son una fórmula que permite mantener en circulación una serie de conceptos (erotismo y muerte) bajo nuevas formas”.
La evolución es fácilmente reconocible. Si bien es cierto que no se puede generalizar, la tendencia es una clara humanización del vampiro, que llega a intentar controlar sus instintos por amor. Sobre las últimas tendencias, la profesora Isabel Clúa advierte: “Crepúsculo es una novela rosa para adolescentes. Mezcla la tradición romántica con lo sobrenatural, y eso es algo que la novela rosa adulta ya había hecho”. Por su parte, Rafael Díaz Santander, miembro de la editorial especializada Valdemar, asegura: “Los vampiros son y han de ser malos, pertenecen al lado oscuro y más vale no liarse con ellos. En el caso de Crepúsculo, lejos de ser una lectura inquietante, resulta ser un vehículo para reintroducir en la comunidad adolescente las ideas más conservadoras”.
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